Carta de Navidad

El mundo cristiano celebra cada año, el día 25 de diciembre, el acontecimiento bíblico del nacimiento de Jesús, Hijo de Dios, posteriormente sacrificado en la Cruz para redención de la humanidad. Este prodigio es la causa de que la conmemoración provoque tanta euforia mundial. Así que es un buen momento para expresar a ustedes mi saludo fraterno e invitarles a una provocadora reflexión existencial.

La Navidad mueve a compartir y a reencontrarnos con quienes por diversas razones se hallan lejos de nosotros. Es un poderoso sensibilizador de voluntades, que nos anima a expresar mensajes afectuosos, acompañándolos de abrazos cálidos y prolongados. Propele a festejar con muchas ganas y de manera efervescente. ¡Es un instante de suprema alegría!

Qué mejor momento para mirar el entorno y descubrir la vasta gama de matices dispuestos naturalmente a elección de los seres vivos. Podemos optar por ser felices y actuar en consecuencia; o, arruinarnos la vida, fijándonos en espejismos que nos hacen ver el mundo al revés. Porque el reverso del bien es el mal, pero este tiene siempre una apariencia disfrazada, como la carnada que esconde el anzuelo.

La experiencia me ha enseñado que el único medio posible para llegar a la felicidad es tener una fe firme y sólida en la espiritualidad que atesoramos. Después de todo, lo que somos y tenemos proviene de una fuente única que sobrepasa nuestro saber, pero cuyo fruto está presente y es tangible para cualquiera.

En mi caso, el de un católico profeso, confío en los designios de un Sumo Hacedor a quien le debemos absolutamente todo, incluyendo nuestra propia vida. Tengo de intercesores con Él a Jesucristo y su madre la Virgen María; y, la verdad, encuentro en esto una sensación de seguridad que me libera de angustias, sobresaltos y desasosiegos; no de dificultades, que son fuentes auténticas de aleccionamiento y animación para el buen vivir.

Por cierto, cada día agradezco esa munificencia superlativa que alcanza a todos los seres vivos y se prolonga de modo diferente a los espíritus de aquellos seres que cumplieron su misión en la Tierra y ahora viven otra dimensión.

Mucho de verdad han de encerrar aquellas palabras que parafrasean sentencias bíblicas de Jesucristo: “Según sea tu fe, así serán las cosas que te sucederán”, invocadas con devoción ante cualquier duda paralizante.

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